sábado, 20 de diciembre de 2008

Dragones y vikingos, un mundo infernal

Una fecha marcada con rojo en nuestro calendario, el estreno de Outlander. Vikingos contra alienígenas, toma ya. Prometía estar a la altura de otros grandes partidazos y, sin embargo, decepcionó tanto que FBA sucumbió al sueño de Morfeo en el momento álgido de los desconcertantes 115 minutos de metraje...

Desconcertantes porque el extraterrestre Jim Caviezel (¡
Jesucristo!) llega a la tierra en la Edad del Hierro para acabar con un bicho que él mismo ha traido en su nave, rompiendo la relativa paz de una pequeña aldea de pacíficos vikingos, entre los que convive un monje cristiano (?????), y que está enfrentada a otra tribu arrasada por el mencionado bicho y liderada por el sinpar Ron Perlman.

Como da la casualidad de que Kainan (Jim Caviezel) es un extraterrestre con forma humana, cuyas únicas diferencias con los habitantes de la tierra son la perenne cara de pena y que su civilización no conoce las mangas, hay momento para el romance cuando conoce a
Sophia Myles, una vikinga sin barba ni cuernos (visibles).

EL MOMENTAZO: Entendemos que la película, así de entrada, no es que se deba juzgar por su realismo y fidelidad con la Historia. Pero convertir a una aldea de vikingos, esos guerreros sanguinarios que arrasaban todo lo que se ponía por delante, en un grupito de mariquitas ya es pasarse. Eso es precisamente lo que da a entender la película en una de sus escenas más vergonzantes cuando, en plena fiesta, los habitantes de la aldea se sacan de la manga un juego en el que corretean encima de unos escudos, como las zamburguesas de humor amarillo pero a lo rústico. Kainan, que se las pega de guay, le gana al chulito aspirante al trono del rey y éste, en vez de cortarle las piernas y decirle "venga, corre ahora por los escuditos" como buen vikingo, se hace su amiguito del alma. Marica...

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