jueves, 10 de abril de 2008

"A los cocodrilos les gusta el olor a perro"

El partido de los martes se jugó esta semana fuera de casa y además en jornada aplazada por lluvia. Tras varios sinsabores nos hemos reencontrado esta semana con una película que nos ha dado lo que nos prometía, es decir, bichos gigantes y vísceras a cascoporro, como debe ser: Rogue, el territorio de la bestia.

Obviando numerosos planos paisajísticos innecesarios (todos sabemos cómo es Australia, que de chicos no nos perdíamos ni un capítulo de Mofli) la película nos aporta gran cantidad de secuencias sin sentido, a saber:
-El sieso del protagonista prefiere conservar 3 dólares de saldo de su Motorola antes que intentar pedir ayuda cuando el barco encalla en la isla. Una isla por cierto en la que las mareas suben de una forma acojonante.
-El barco es el barco del mal rollo, con una tripulación de frikis de esos que sacaba Cárdenas hace la tira de años en Crónicas Marcianas. Están el bigote con cara de palo que va a tirar las cenizas de su mujer; la neurótica gafotas y su marido el chulito; la familia con la madre enferma (qué mejor para recuperarse que escapar de las fauces de un cocodrilo gigante); la gorda loca por una estaca; el fotógrafo excéntrico con toda la cara de Rooney o su primo el Koala; el periodista posturitas del protagonista; y por último la piloto, que decía tener 28 años (los cojones) y que se iba sacando respuestas absurdas de la manga a cada momento. Ah, y no olvidar a su perro Kevin, protagonista de EL MOMENTAZO de la peli.
-Llegando al final de la cinta, nos enseñan el coqueto pisito del cocodrilo, en el que guarda a sus presas aunque a veces no recuerda muy bien donde ("yo juraría que había dejado el cuerpo mutilado de la tía esta por aquí"). Ahí el periodista posturitas se hace el machote (siempre con la intención de clavarla como sea) y se empeña en rescatar a la piba moribunda, aprovechando la siestecita que el cocodrilo se echa después de una dura jornada de caza y un miolastán para relajarse...

EL MOMENTAZO: Amenazados por el bichardo y por las crecientes mareas, a los supervivientes se les ocurre tender una trampa al cocodrilo, pero claro, necesitaban un cebo. En ese momento todas las miradas se vuelven hacia el pobre Kevin, que se hace el loco hasta que el Koala recuerda que hay dos cadáveres de pato por ahí al lado y no hace falta ensañarse con el animalito (sublime secuencia recibida con aplausos entre el respetable). Menos mal que la piba no había dicho aún que "a los cocodrilos les gusta el olor a perro", que si no...


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